miércoles, 22 de octubre de 2008

Ese Rinconcito de Cielo

Lleva así ya dos semanas. Desde hace tiempo que la noto torpe, con los achaques de la edad. Está lenta de reflejos y, se nota cansancio en sus movimientos.

Has aprendido mucho en estos últimos años, me alegro de haberte dado un entorno donde hayas podido adquirir la sabiduría que derrochas.

Has viajado por toda España. Recuerdo cuando llegamos a Zaragoza, se abría ante nosotras una ciudad llena de novedades, lugares donde nunca habíamos estado y que juntas descubrimos. Luego, tú, pequeña Martita, hiciste de la plaza de los Sitios, tu lugar preferido, donde yo observaba tu forma de estar en contacto con la naturaleza que te robaba la urbe, y como con tu presencia levantabas el vuelo de palomas distraidas y atontadas.

Sevilla, Barcelona, Valencia...paseos a dos piernas y a cuatro patas.

Nunca me sentí sola, al caer la noche, al llegar a casa; nunca decías nada, te limitabas a sentarte a mi lado, olisquearme...pedirme una caricia, mi mano sobre ti, tus ojos de avellana donde me podía ver reflejada: -en tus ojos me veo - te susurraba al oido.

Me has conocido mejor que nadie, has sabido leer mis emociones, contagiarte de mis sentimientos; no te personifico, porque te haría menos perfecta, pero tú si que me convertiste en alguien más instintiva, capaz de empatizar con la energía. Yo he sido un poco como tú, tú has sido un poco como yo.

Aquellas noches en las que llegaba a casa golpeada por el cariño que no encontraba, embriagada, enfurecida con mi realidad, sin asumir el revés de mis circunstancias, derrotada en la cama...disparando palabras envenedadas, aquellos días que me levantaba creciendo como el amanecer, sintiéndome fuerte, llena de savia renovada; aquellas tardes en que todo era tarde...Aquellos momentos, en las que éramos dos. Aquellas noches, aquellos días, aquellas tardes en los que siempre había un momento para una confesión, acurrucada a mi lado; delante de mis pasos por las calles soleadas haciendo círculos invisibles en el aire con el movimiento de tu cola, había tiempo para eso, disfrutar de la compañia desinteresada, complicidad maquillada quizás. La lengua fuera de la boca, la figura quieta, actitud en alertad, tus ojos fijos en la pelota, carrera. Vuelta a empezar. Tenaz. Ágil.

Los años han pasado para las dos, y yo soy un poco como tú, tú un poco como yo.

No sé si ha llegado el momento en que tienes que partir, que decirme adiós; irte quizá a ese trocito de cielo que hay reservado para tí.

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