sábado, 24 de enero de 2009

El Tiempo Nos Asesinó

Hoy te presto mi cuerpo para que hagas con él lo que yo soñé que tú tejías en tu mente aquella tarde infructuosa. Comienza el juego y ciertas imágines que quedaron relegadas en el desván de lo prohido van siendo moldeadas en un presente que desafía al pasado. Tenemos que luchar contra esa miradas que nos empujaban a caminar hacia atrás. Estás encima de mí, y me siento herida. Ahora quiero escapar no de tí, si no de mí que me ahogo en la nada, esto no sabe a placer. El ruido sólo me hunde más en el tacto metálico de la negación. El tiempo redujo el deseo, la quimera se alimentó de un sentimiento idealizado. Ya no somos los mismos.

miércoles, 21 de enero de 2009

El Mismo Mundo nos Hace Diferentes

Así me siento, estoy sudando y siento frío, tal y como cantaban los viejos rockeros. Puntualización que hago auqnue no venga al caso. La tempratura que hay detrás de la pared que separa mi casa de la calle es de 9 grados, y dentro, al otro lado de la pared que separa la calle de mi casa, es de 28 grados. Aún así, la diferencia a penas la noto. Quizá Bea, la chica que además de vivir conmigo, que no es poco, y quiere seguir haciendolo "...por mucho tiempo" - palabras literales de la tal Bea, si que llegue a ser confortable la temperatura que le proporciona estar al otro lado de la pared, no la que da a la calle si no la que da a la casa. Yo ando sentada en el sofá muerta de frío y ella con las calorías suficientes como para no tener que robarme la manta en la que estoy envuelta convirtiéndose en un recurso frustrado, la manta, que para más inri, me frustra a mi, pues no consigo frenar el frío que me paraliza.
Yo seguiré teniendo casi el mismo frío aunque rompa la pared. Ella quizá note la diferencia.

Trastorno límite de la personalidad y antecedentes de maltrato físico y abuso sexual

domingo, 18 de enero de 2009

Una mañana de Enero en alguna parte del recuerdo.

Decidiste no volver mientras caminabas a toda prisa por las calles mojadas por el rocío en plena mañanad enero. No contabas los motivos, ni llevabas contigo más que un puñado de imágenes de esa misma noche. Te habías vendido por un puñado de cariño, mentes narcotizadas, el deseo desinhibido, tu ropa interior tirada por el suelo. Ni siquiera una ducha. El café no podría borrar el sabor áspero del licor que bebiste de su boca esa noche, pensando mientras tanto, en ella. El color naranja de aquellas cuatro paredes que acotaban el espacio donde te batias en duelo contra tus sentimientos retando a tu compañero a despellejar cada dolor con sus manos en tus pechos, intentado no ver, sólo dejarte llevar por el erotismo de la venganza. Portazo. Decidiste no mirar atrás. Le hablabas de tu cansancio casi con susurros sin expresión en el rostro. Comentabas tu derrota, todo ya estaba cubierto de telarañas, . Vamos a tu piso y ponme una copa. Calor, euforia, desenfreno. Te miraste en el espejo y el reflejo empañó el futuro con un velo difuminado. Seguiste caminando por las calles que comenzaban iluminarse por el cálido sol. Dijiste adiós.