jueves, 23 de octubre de 2008

Hoy es de esos días en que abandonaría el mundo.

Sí te digo que alguien me importa antes de inmolarme sería pura falacia. En este momento no quiero a nadie, ni siquiera a mi misma.

Me siento tan fuera de este mundo, de este espacio y de esta sociedad que puedo llegar a ser implacable respecto a las actuaciones para con el prójimo.

Me ronda la idea de abandonar la partida, el proyecto de vida este que nos viene de serie, pero me atormenta la idea de tener que encontarme con un Dios que niego y repudio.

No sé qué es lo que me mantiene sujeta a esta bola esférica llamada Tierra a parte, de la gravedad. No me quedan endorfinas en la despensa.

Estoy esperando a Bea, y sólo se me ocurre eso, esperar a que ella venga con algo, un no sé qué, que me haga seguir en este patio de recreo. Si no me gusta lo que me ofrece, probablemente me enfurezca, y quiera huir, plantearle que necesito respirar aire limpio. Y luego, al salir de casa, sentiré un fuerte dolor emocional y necesite de sus besos. Que me calme, que me explique que todo está bien.

Por qué tengo que joderlo todo para sentir satisfacción por haberlo reparado?

Me siento demasiado acelerada para hacer algo bien. Qué tal si preparo la cena? Qué tal si cambio de actitud y esbozo una sonrisa?

No puedo, es algo que está dentro, que me está matando.

Seguro que hay alguien que en este mismo momento está sintiendo todo lo contrario, que cree que hoy es un día perfecto para mimarlo y vivirlo.

Yo creo que es un día perfecto para olvidar, para imaginarme sin tí, sin mí.

No soporto la rutina, siempre el mismo escenario, siempre la misma actuación; las mismas conversaciones, las mismas inquietudes.

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