Hoy publican en el País un reportaje sobre la poetisa estadounidense Sylvia Plath, aquejada de trastorno bipolar, que descubrió la poesía como vávula de escape. Ella misma decía: "Mis admiradores creen que me he curado; pero no, sólo me he hecho poeta".
Después de una vida de maltrato por parte de su padre, y más tarde por su marido, encontró refugio en un taller de escritura donde afianzó relación con quién sería su maestra, Anne Sexton. Más tarde se conevrtiría en su confesora, amiga y cómplice de la infravaloración que las dos sentían por la vida.
Compartieron taller literario y se suicidaron con once años de diferencia. Ambas revolucionaron la poesía estadounidense con su tratamiento descarnado de cosas tan aparentemente poco líricas como la menstruación, el adulterio, el incesto o la masturbación.
A parte, de la valoración literaria, que es lo que destaco de todo esto, y a pesar de la enfermedad que sufría una de ellas, quiero comentar el espíruto humano que se desprendió de un aversión por lo vital, de la construcción de una forma de amor forjada desde la desesperación, la negación, la trivialidad que sentían por todo lo que les rodeaba, y aún así, hablaron de lo más puramente femenino desde el aspecto más cotidiano, convirtiéndolo en arte.
A Sylvia Plath "Oh Sylvia, Sylvia, / con una caja muerta de cucharas y piedras, / con dos hijos, dos estrellas fugaces / errantes en el pequeño cuarto de juegos / con tu boca en la sábana, / en la viga del techo, en la necia oración, / ... / ¡Ladrona! / ¿Cómo te arrastraste dentro, / bajaste arrastrándote sola / al interior de la muerte que yo deseé tanto y durante tanto tiempo, / la muerte que las dos dijimos que estaba superada / la que llevábamos en nuestros pechos flacos, / de la que hablábamos tanto cada vez / que nos metíamos tres martinis de más en Boston, / la muerte que hablaba de psicoanálisis y remedios, / la muerte que hablaba como novias conspiradoras, / la muerte por la que bebíamos, / ¿las razones y luego el acto tranquilo? (...)"
Fragmento inicial de La muerte de Sylvia, de Anne Sexton