No pasó ninguna prueba de selección, llegó a mis manos como una materia prima que no ha recibido nigún tipo de tratamiento, sin moldear y sin modelar. Enchufismo barato, amiguismo sin disimulo y puesto en nómina. Listo. No le faltan cualidades para ser un canditado cualificado para desempeñar el papel de "te cuelo por que eres hijo de don menganito y le debo un favor a fulanita", si no que además, es como un perrito fácil de domesticar. Y eso hizo que en su momento creyera, que el contrato que estblaeciamos no consitía en su talento, si no en el mío, pudiendo adiestrar al nuevo inquilino que daba de alta en la seguridad social, dando cilindrada a su vida laboral. Pero el sujeto, del que hablo, parece que es un cachorrito dominante, y se me ha hace cada día más difícil compensar su rastreo, o el trabajo que realice, veáse el momento, con la dosis adineral que le dá mi mano mordida por su dentadura. Y ésta herida, la de su dentellada, es la que me hace reflexionar si me precipité, en darle sus derechos y deberes tan de repente, riesgos que asumí porque quizá me reté y creí vencedora. He diagnosticado el problema, llegando a diferenciar que la cuestión se divide en dos: "yo" amestrando su mente manipulable (para el trabajo que desempeña o que fue requerido necesita que sea una mente con c.i. bajo) y "yo "contra sus adicciones. Sus adicciones y yo no nos llevamos bien, yo con las mías tampoco, pero bueno, eso es otro tema. Y ahora que su porblema se traduce en bajas, tras sus resacas, yo me divido, pues ahora soy yo el problema que debo resolver, mi "yo" empresarial que me dice: No rentabiliza, y mi "yo" humana, que me vuelve insensata y dócil, y vuelve el amiguismo. Y así estoy deshojando la margarita, planteándome: ¿lo echo o no lo echo?