La sensación de volver a estar sola hacia recorrer un escalofrío por todo mi cuerpo. Cualquier cosas que dijera no iba a servir para nada. Ella estaba muy lejos cuando le cogí la mano y busqué en su mirada perdida la mía, a modo de súplica. Empecé a darme cuenta de que ella hacía tiempo que se había ido y nuestro amor también. Quería entrelazar mi mano con la suya, y el ademán terminó en un contacto artificial y carente de todo sentimiento, pues más que un gesto, como aquel que en el pasado significaba somos dos, eran cenizas de una relación ya consumida.
- Quiero que esto acabe, quiero que todo vuelva a ser como antes. Lo que un principio me pareció divertido, me está matando. Ha sido un error, quiero borrar estos días; quiero olvidar que hemos invitado a entrar a una tercera persona en juego. No puedo soportar la imagen, ella encima de ti, verte. Ella encima de mi, verte. Verme en sus brazos, los tuyos en los míos. Vernos, recordar, me angustia.
Ella escuchaba en silencio no lo que yo gritaba susurrándole al oído, si no el ruido de la cafetera. Como una autómata, se levantaba en mitad de mi monólogo e iba vagando de un lado para otro, como si a cada paso, mientras dibujaba un círculo alrededor de mí, estuviera escapando de esa jaula donde ambas habíamos estado compartiendo la libertad utópica que anhelabámos y que, al mismo tiempo eclipsaban las cadenas que nos había unido.
Quería retroceder en el tiempo, sentirme suya, en aquel entonces pasado, donde ella me necesitaba, donde yo le importaba.Y ahora, el tiempo que no siempre es aliado, se volvía en mi contra. Como un film se rebobinanban todas las escenas en blanco, en negro, en color, y todas ellas subtituladas: Ira, manipulación, inestabilidad, yo, yo, yo...yo y mi desequilibrio.
- Bésame.
Había sólo una verdad en aquella habitación donde las dos nos encontrábamos, una verdad que dolía, pero era la que había que afrontar. Yo, insegura y temerosa del futuro sin ella, intentaba aferrarme a cualquier debilidad que mostrara y atacar mostrándole cualquier salida que no desembocara en atravesar una situación nueva que implicara valentía, causada por la ruptura.
Era consciente de que no la quería, y que quizá, poco la quise; ella era un referente, ella me aportaba todo eso que yo no tenía. Y perderla, significaba quedarme sin lacayo. Es duro admitirlo, pero así era. Quedaría huérfana, con el corazón entero, y un dolor emocional semejante al que pierde un perro o un buen amigo.
- ¿Te has enamorado de ella? ¿La quieres? ¿No me diras ahora que ella ha significado algo más para ti? Sólo ha sido un elemento nuevo para darle más erostismo a nuestras relaciones sexuales.
Su mutismo, su rechazo, sólo provocaba en mí, ira e impotencia. No estaba preparada para esa faceta donde quedaba totalmente descubierta como ser débil.
Abrazarla, eso quería, transmitirle fuerza. Y perdón. Quería y necesitaba su perdón. Limpiar mi conciencia, decirle que la amé mucho durante poco tiempo, que luego la quise, y que la admiré. Que el cariño empujó a seguir en malas ocasiones, y que el reconomiento, cuando ya no quedaba nada, consiguió que estuviera a su lado aún cuando ya el deseo había desaparecido.
La última imagen que tengo de ella estaba sentada abrazándose las rodillas. El pelo caía sobre su cara tapando las lágrimas que drenaban quizá por la misma causa que me invadía a mí, ese futuro incierto, ese mañana donde estaríamos solas.
Hacia días que cantaba esta canción.